«Si nos proponemos una realización rápida,
si nos crispamos ante el objetivo propuesto,
no desarrollaremos jamás la fuerza interior
sin la cual es imposible aprender ningún arte verdadero».
Dominique Hoppenot (1925-1983). Violinista y pedagoga.

«Cuando ya llevo dos semanas trabajando una obra, a pesar de que me esfuerzo mucho, me siento incapaz de llegar a todo lo que pretendo, y me agobio».

No sé si es tu caso, pero este desengaño no sólo impide a muchos estudiantes realizar un trabajo musical satisfactorio. La evidencia acumulada de no conseguir el resultado deseado en los plazos propuestos, socava además la confianza en uno mismo.

El tema central de este artículo surgió hace unos días, en una clase que impartí relacionada con la preparación de las actuaciones. Una brillante alumna de piano confesaba su frustración porque, a pesar de haber trabajado arduamente durante varios días, no conseguía que la obra estuviera completamente acabada, resuelta: Consigo que algunos pasajes estén mejor, pero siempre faltan cosas y eso me genera mucha frustración. Quiero que esté todo perfecto, pero veo que no puedo.

Pero, ¿por qué sucede esto tan a menudo?

Quizá tanta frustración es consecuencia de una visión desajustada de cuándo pedirte a ti mismo que todos los parámetros que aportan calidad a tu interpretación en una obra concreta estén conseguidos. Quizá tanta decepción es la consecuencia natural de empeñarte constantemente en algo que, tal como lo planteas,  es imposible y va en contra de la propia naturaleza de las cosas.

¿HABRÍA OTRA FORMA DE PLANTEARLO?

No sé si has estado alguna vez en Florencia y has disfrutado, entre otras maravillas de la ciudad, de la visita a la Galería de la Academia, donde se encuentra  una de las obras maestras del arte renacentista, la escultura del David, de Miguel Ángel. Cuando lo contemplas, la belleza y las dimensiones descomunales de la escultura sobrecoge y genera una sensación de admiración extraordinaria.

Después de mi viaje a Florencia, me interesé por saber cuánto tiempo le llevó al autor completar esta maravilla. Uno podría suponer que un genio de las características de Miguel Ángel tendría resuelto el asunto en un par de intensas tardes. O a lo sumo en una semana (es broma).

Sin embargo, al gran artista italiano le llevó cerca de tres años esculpir esta obra que dio comienzo en 1501. Imagínate a Miguel Ángel trabajando una tarde cualquiera, encaramado a un andamio y centrado en un par de dedos de la mano derecha del David. Toda su atención estaría volcada en sacar de la piedra algo extraordinario. Cada golpe que diera sobre el cincel estaría motivado por el deseo de generar un elemento genial, unos dedos geniales que después, quedarían integrados en la figura completa.

De vez en cuando cerraría los ojos para imaginarse la figura completa y conectar con el ardiente deseo de realizar una creación sublime. Esto le daría la motivación y perspectiva necesarias para seguir empleándose a fondo en la parcela de trabajo en la que se encontrara cada día.

Al trabajar con materiales como la piedra, se comprende con claridad que no hay atajos posibles. Si vas con prisas y sin cuidado, el resultado deficiente no solo será visible, sino que perdurará en el tiempo.

 

DOS ENFOQUES COMPLEMENTARIOS

Creo que el mejor antídoto para vencer la preocupación o ansiedad por pretender tener una obra conseguida en su totalidad antes de tiempo, consiste en cuidar y trabajar muy bien aquello que en cada momento está en tu mano. En centrarte por completo en aquello que realmente se encuentra a tu alcance, y confiar en que finalmente lograrás llegar al final del trayecto.

Comprender con honestidad que las cosas bien hechas llevan su tiempo, ayuda enormemente a manejar mejor la incertidumbre de no ver completado el trabajo, todavía. En relación con tus sesiones de estudio, esta comprensión te libera para disfrutar del proceso, para disfrutar creando cosas de calidad, consciente de que, aunque todavía no has llegado, este es el mejor camino para acercarte al resultado final que deseas.

 

A continuación tienes algunas propuestas que te ayudarán a disfrutar más de tus sesiones de estudio y a rebajar tu nivel de agobio cuando pretendas antes de tiempo, resultados imposibles .:

  • Ilusiónate imaginando y deseando el resultado final que pretendes en la obra que estás trabajando. Alcanza una clara visión de ello.
  • Céntrate en el punto del proceso del trabajo en el que te encuentras y no dejes de mejorar aspectos concretos (respiración, liberar tensiones, la afinación, la interpretación…). Conecta con un afecto positivo hacia lo que haces.
  • Disfruta del proceso y confía en que, aunque ahora no lo tengas todo, cada vez te aproximas más al resultado final que deseas. De vez en cuando cierra los ojos y visualiza de nuevo el resultado final que pretendes. De esta forma darás más sentido al trabajo que todavía te queda por realizar.
  • Da un paso en tu desarrollo como músico, al comprender que las cosas bien hechas llevan su tiempo.
  • Da un paso en tu desarrollo como persona, al comprender y aceptar que cada uno tenemos nuestro ritmo de aprendizaje y que debemos respetarlo.
  • Céntrate en seguir mejorando aspectos.

CONCLUSIÓN

En cualquier proceso de aprendizaje, comprender que el resultado final (lo que pretendemos aprender y dominar) requiere unos plazos temporales que debemos respetar, es vital por dos motivos. Primero, para crear un marco en el que poder realizar adecuadamente las tareas que exige el aprendizaje. Segundo, para no perder por el camino ilusión y confianza.

Cuando te vuelvan a asaltar las prisas, inspírate en el David de Miguel Ángel. Escucha en tu mente el resultado final de la obra que estás trabajando. Imagínatela todo lo bien que la quieres interpretar. Después respira por un momento, reúne energía y céntrate en seguir avanzando.

Rafael García Martínez