«El estudio no es trabajo forzoso;
se trata de un arte refinado que participa de la intuición, 
de la inspiración, la paciencia, la elegancia, la claridad, el equilibrio y, sobre todo, 
de la búsqueda de cada vez mayor alegría en el movimiento y la expresión.»
 Yehudi Menuhin. Violinista.

 

El músico necesita estudiar por diversas razones. El conocimiento y las habilidades que se obtienen a través de la práctica de un instrumento musical son necesarios para obtener mejoras. Además, gracias al estudio se automatizan un gran número de procesos que nos liberan para entregarnos en mayor medida al disfrute de la interpretación. El estudio representa en definitiva, el ineludible camino para ampliar nuestros recursos y aproximarnos cada vez más a la expresión, la creatividad y la comunicación a través de la música. 

Puesto que el estudio resulta esencial para avanzar o mantenerse, es comprensible que nos planteemos la pregunta: ¿Qué considero más importante en relación con el estudio de mi instrumento, la calidad o la cantidad?  Las reflexiones que veremos a continuación están encaminadas a que contemples este asunto desde diversas perspectivas, y a que llegues a tus propias conclusiones. 

 

¿Qué considero más importante en relación con el estudio de mi instrumento, la calidad o la cantidad? 

 

Empecemos por la cantidad

En una investigación que llevé a cabo hace unos años con estudiantes de instrumento de grado profesional y superior, pude sondear en parte la cuestión cuantitativa. La media de horas por semana que los alumnos de grado profesional dedicaban al estudio de su instrumento se situaba en torno a 6, mientras que en superior alcanzaba las 24. Este cómputo de horas no incluía el tiempo dedicado a  música de cámara, ensayos con pianista o ensayos de cualquier tipo de agrupación. Como podemos ver, la cantidad de tiempo dedicado al estudio en el grado superior se cuadruplica. Hacer frente a la dificultad y exigencia de las obras que se exigen en un grado superior, supone un nivel de compromiso considerablemente mayor. Este incremento cuantitativo en cuanto al tiempo dedicado al estudio, representa un primer  dato de interés a tener en cuenta en nuestra reflexión sobre cantidad y calidad de la práctica. 

 

 

Cualquier tenista, nadador, gimnasta, patinador o bailarín que pretenda dominar su especialidad, sabe que el aprendizaje y el dominio de destrezas complejas que involucran al cuerpo, requiere  de muchas horas de práctica. Alcanzar buenos resultados en este tipo de habilidades motrices exige de una gran cantidad de práctica acumulada. 

En cualquiera de estas disciplinas, practicar durante solo una hora al día cuando se está preparando un evento importante, resulta en la mayor parte de los casos insuficiente. Por mucha calidad que posea esa hora de práctica, no bastará para alcanzar los resultados requeridos. Si utilizáramos el símil de un medicamento, el  principio activo podría ser el idóneo para curar una dolencia (calidad), pero la dosis sería insuficiente para ser realmente efectivo (cantidad). 

Si volvemos a la actividad musical, y dando por supuesto que la calidad del estudio fuera la idónea, la cantidad necesaria para conseguir buenos resultados dependería de factores como:

  • la dificultad y la cantidad de las obras
  • el nivel de exigencia
  • el tipo de prueba o compromiso
  • el nivel de dominio del propio músico…  

Cuando la exigencia que demanda la tarea musical es alta, la cantidad de estudio representa un importante factor a tener en cuenta, si lo que se pretende es obtener un rendimiento satisfactorio.  

Seguimos con la calidad

Ahora bien, cuando el estudio consiste simplemente en ir acumulando horas vacías, sin realizar una escucha activa y exigente, sin reflexión, la cosa no funciona. La cantidad sin calidad no produce cambios sustanciales en el nivel de competencia o dominio. Acumular este tipo de horas no representa entonces la solución. La cantidad sin efectividad conduce ineludiblemente al desánimo, a la frustración. A través de los años, me he encontrado a muchos alumnos que se han visto estancados, a pesar de dedicarle muchas horas a su instrumento y que consecuentemente se encontraban desmotivados. 

 

Cuando el estudio consiste simplemente en ir acumulando horas vacías, sin realizar una escucha activa y exigente,  sin reflexión, la cosa no funciona.

 

¿Qué conduce entonces a que el estudio de un músico sea eficaz?  ¿Qué características serían representativas de un estudio de calidad? Habría que comenzar diciendo que medir la calidad del estudio de un instrumentista no es tan sencillo como averiguar cuántas horas estudia por semana. En la investigación que he comentado anteriormente tuve la curiosidad de indagar sobre esta cuestión. Para ello me centré exclusivamente en analizar varios procesos de pensamiento empleados por los instrumentistas durante sus sesiones de estudio presumiblemente relacionados con el estudio eficaz. 

Los resultados fueron realmente interesantes. Los estudiantes que obtenían mejores calificaciones en instrumento, empleaban habilidades mentales más eficaces: 

  • Realizaban más evaluaciones de aspectos relacionados con lo que estudiaban (calidad del sonido, tensión excesiva del hombro, cuestiones relacionadas con la precisión rítmica, falta de expresión en una frase …).
  • Presentaban más objetivos de mejora, a partir de las evaluaciones que realizaban (mayor precisión en las semicorcheas, liberar muñeca, llevar la tensión musical hasta el final de la frase …).
  • Disponían de más estrategias o procedimientos para conseguir estos objetivos (bajar velocidad, pasar el pasaje mentalmente, calmar la respiración …).

Aunque evidentemente son más  y muy personales los elementos que conforman el estudio de calidad, lo cierto es que en la medida en la que el estudio es más eficaz, los resultados son mejores y eso produce satisfacción.  La sensación de ir obteniendo mejoras representa un motivador muy potente, que lleva a incrementar de forma natural el tiempo de práctica de calidad.

 

Entonces en qué quedamos, ¿calidad, mejor que cantidad?

En mi opinión, la calidad del estudio siempre debe imponerse a la cantidad. La calidad (escucha activa, concentración, habilidad para resolver las dificultades, análisis, libertad corporal …) resulta indispensable para construir sólidos conocimientos musicales y habilidades performativas. Si repites 5 ó 10 veces un pasaje y está desafinado, impreciso, con exceso de tensión, y no reaccionas, lo que obtendrás en el futuro abundará de esas cualidades. No puedes esperar grandes resultados con estos ingredientes, por muy alta que sea la dosis.

Ahora bien, en ocasiones será necesario emplear más cantidad de estudio de calidad con el propósito de dominar ciertas habilidades, o hacer frente a determinados compromisos o exigencias. Apostarlo todo a la única carta de la calidad, no sería muy acertado si pretendes presentarte a unas pruebas que te importan, o si tienes una actuación significativa. En estos casos, lo recomendable consiste en ampliar paulatinamente el tiempo de estudio con el fin de que tus “músculos de la calidad” se ejerciten y ganen en resistencia.

Ser consciente de cómo estudias debe llevarte a reflexionar y a preguntarte, si tu forma de estudiar te conduce a obtener buenos resultados, o no. ¿Qué aspectos de tu estudio podrías mejorar para conseguir un mejor rendimiento en tus clases, ensayos, pruebas, audiciones, conciertos, concursos… ?

El equilibrio entre cantidad y calidad forma parte de un planteamiento inteligente en relación con el estudio:

  • A través de ensayo y error debes encontrar y potenciar todo aquello que aporte calidad en tu estudio. 
  • Y a través de la experiencia debes también descubrir la manera de mantener la calidad de tu estudio por períodos más prolongados, cuando así lo requiera la situación.  

 

Rafael García Martínez