La visión renacentista de Leonardo da Vinci, puede aportarnos inspiración en la comprensión de un aspecto clave del funcionamiento corporal del músico: la idea de conexión.

En el fondo somos algo más que un cerebro con dedos tocando el piano. 

El cuerpo trabaja mejor cuando lo concebimos como un todo, como una unidad en acción, como un sistema cuyos componentes se encuentran interrelacionados. En el ámbito musical, se nos suele olvidar a menudo esta realidad. Aquí tienes dos ejemplos para ilustrar esta idea. 

Cuando un cellista pasa el arco, el movimiento que realiza su brazo no es una acción aislada, sino integrada en un todo armónico:

  • La posición de las piernas condiciona el equilibrio del cellista, y aporta un soporte natural a la espalda.
  • La postura suavemente alineada junto con la apertura en los hombros, genera libertad en la acción de los brazos y dedos.
  • El movimiento integrado del cuerpo se transmite sin interferencias al arco y al sonido. La consecuencia es una acción libre, eficaz y económica.

Del mismo modo, la invisible acción de soplar de un clarinetista sucede en consonancia con diversos elementos:

  • La disposición equilibrada del torso genera las condiciones para que tanto la respiración como el soporte el sonido se lleven a cabo con naturalidad y eficacia.
  • La sujeción e integración libre del instrumento posibilita un funcionamiento más preciso  y económico en las digitaciones y los cambios de registro.
  • La libertad de los músculos de la mandíbula y garganta propicia un sonido más rico en armónicos.

En lo dos ejemplos que acabamos de ver, cada parte del cuerpo cumple su misión dentro de un todo organizado. Igual que un tenista vigila la posición de sus pies porque ello influye en la calidad del golpe que realiza, el músico rinde mejor si cuenta con las conexiones existentes en su propio cuerpo. Unos elementos inciden sobre otros. Todo queda conectado e influido.

El resultado de esta forma de utilizar el cuerpo es gratificante para el músico en numerosos sentidos.

Cuando somos conscientes de que  todo es importante, de que todo influye en el buen funcionamiento que pretendemos, facilitamos enormemente:

  • Que sólo trabajen los músculos precisos y necesarios para la acción musical que estamos llevando a cabo,
  • Que lo hagan en su justa medida (ni más, ni menos). 
  • Los movimientos son por tanto libres, ya que no existe tensión añadida. 
  • El resultado se traduce en ventajas mecánicas, técnicas e interpretativas, lo que en el terreno de la actividad musical no es nada desdeñable. 
  • Elementos como las articulaciones, ligamentos y tendones no se ven sobrecargados.

Puedes disfrutar de observar y escuchar un extraordinario ejemplo de la esencia que hemos visto en este artículo en la interpretación realizada en 1973 por el legendario pianista Arthur Rubinstein. Rubinstein tenía aquí 86 años. Su equilibrada forma de tocar contribuyó enormemente a disfrutar de ejecuciones satisfactorias.  

 

IDEAS PRÁCTICAS

Realiza un sencillo esquema que refleje las partes del cuerpo implicadas en una acción musical (articulación, paso del arco, digitación, cambio de registro o posición…). 

  • Clarifica la función  que desempeña cada parte, así como sus conexiones. 
  • Emplea recursos como flechas, líneas, símbolos o colores con el fin de reflejar con claridad los componentes de la acción y sus relaciones. 

REFLEXIONES

  • ¿Cómo puedo contribuir a que mi cuerpo tienda a funcionar como un todo organizado durante mi actividad musical?
  • ¿Cómo puedo saber si mi cuerpo está funcionando de forma coordinada y equilibrada?
  • Pregúntate dónde se puede producir alguna posible interferencia o  fallo en la conexión del sistema encargado de una acción musical concreta. Analiza con atención los componentes que integran esa acción y sus conexiones.

Este artículo está basado en el contenido de Técnica Alexander para Músicos.