«Cuanto más obstinadamente se empeñe usted
en disparar la flecha para acertar en el blanco,
tanto menos conseguirá lo primero y tanto más se alejará lo segundo.
Lo que le obstruye el camino es su voluntad demasiado activa.
Usted cree que lo que usted no haga no se hará».
Eugen Herrigel¹ (1884-1955). Filósofo.

Disfrutar de una buena sensación de control al tocar o cantar resulta gratificante. Cuando disponemos de una sensación de control dinámico o fluido durante la ejecución, las frases musicales y  los pasajes salen con naturalidad y como uno desea. Se trata de una experiencia muy satisfactoria. 

Cuando por el contrario no alcanzamos la sensación de control o la perdemos, vivimos la experiencia evidentemente de otra forma. No consigo mover los dedos como quiero, no consigo liberar el brazo, no consigo liberar la respiración…. 

Pero, ¿en qué consiste realmente el control?, ¿de qué depende?, ¿cómo podemos desarrollarlo en relación con la actividad musical? Quizás deberíamos empezar este artículo clarificando el significado de la palabra control. 

Cuando hablamos de control en diversas circunstancias de nuestra vida, lo hacemos a menudo refiriéndonos a:

    • Controlar los nervios.
    • Controlar la respiración.
    • Controlar la mente.
    • Controlar el cuerpo.
    • Controlar las emociones.
    • Controlar los impulsos.
    • Controlar la atención.
    • Controlar las distracciones.
    • Dominarse a uno mismo en una situación dolorosa o difícil.

 En esencia, controlar tiene que ver con con conseguir el efecto que uno desea. Conseguir:

    • Que la respiración sea como quiero.
    • Que el cuerpo funcione como quiero.
    • Centrar mi atención en lo que quiero, etc.

Si nos acercamos a la actividad musical, observamos que el control es necesario para poder ejecutar una tarea adecuadamente, para tocar un pasaje concreto o una obra como realmente queremos. Experimentamos una buena sensación de control cuando somos capaces de conseguir el efecto que pretendemos en aquellos elementos o componentes que hacen posible la buena ejecución de esa tarea: los movimientos de los dedos, el paso del arco, la respiración, el sonido …

El control y el dominio de una habilidad o tarea

Una buena sensación de control tiene mucho que ver con dominar algo. Con el tiempo y con el trabajo aumenta el dominio que poseemos sobre una habilidad o sobre la realización de una tarea. Con la repetición y la buena práctica se incrementa el dominio y con él la sensación de control. Lo que antes me resultaba difícil, lo realizo ahora con facilidad, y me siento capaz de reproducirlo o replicarlo sin esfuerzo.

Cuando dominamos algo y disfrutamos de una buena sensación de control, se produce además un efecto muy valioso. Aumenta  nuestra confianza. Una buena sensación de control me aporta seguridad y confianza en mi capacidad para realizar una buena ejecución. Esto es importante, porque la confianza, como veremos en posteriores artículos, representa una de las cualidades esenciales para disfrutar de experiencias satisfactorias en actuaciones, pruebas, audiciones…

Un inconveniente con el control

Ya sea en diferentes aspectos de la vida o en la actividad musical, el mayor inconveniente en relación con el control  tiene que ver con cómo lo ejercemos, con la forma en que activamos los mecanismos de que disponemos para controlar una acción, una  actividad o una situación.

A  menudo, con el afán de dominio, tendemos a incurrir en un exceso de control, en lo que podríamos denominar un control rígido. El control rígido supone el deseo de dominio, pero realizado por medio de la fuerza, no por medio de la destreza o la habilidad. 

Sin embargo, este enfoque no da buenos resultados, especialmente en actividades performativas como la interpretación musical, la danza o el teatro, y además tiene muchos efectos no deseados: limitación del rendimiento, incomodidad, molestias, más propensión a sufrir lesiones…

Algunas circunstancias que se relacionan con ejercer un control rígido sobre la actividad musical, tienen que ver con:

    • El miedo a no hacerlo bien. 
    • El miedo a fallar. 
    • La falta de habilidades técnicas  básicas con el instrumento musical o con la voz. 
    • El perfeccionismo rígido. 
    • Falta de habilidades de autorregulación personal
    • Desajuste en el nivel de dificultad de las tareas que se realizan. 
    • Una excesiva necesidad de control.
    • La falta de confianza en las propias capacidades.
    • El deseo de querer hacer algo muy bien, pero sin autorregulación de los procesos relacionados con esa tarea.

Cuando por diversas razones como las que acabamos de enumerar ejercemos un control rígido, el tándem mente-cuerpo deja funcionar con eficacia. En algún lugar del entramado de conexiones entre nuestra mente y nuestro cuerpo, se producen desajustes que tienen como resultado el sobreesfuerzo y la limitación del rendimiento. 

Un enfoque excesivamente directo en la consecución de nuestros objetivos musicales nos conduce  a un peor desempeño. Y esto ocurre por la misma naturaleza de las cosas. Sin ser conscientes de ello, ejercemos un control rígido en lugar de dinámico.  Empleamos la fuerza en lugar de la destreza. Es como si algo en nuestro interior nos traicionara y en lugar de acercarnos a lo que queremos, nos llevara a otro lugar.

Si quieres disfrutar de buenas sensaciones de control en la música, necesitas invocar la actitud del artesano. El cuidado y el mimo en los procedimientos que empleas con el fin de conseguir un buen producto, una verdadera artesanía sonora. El cómo es tan importante como el qué (quiero conseguir). 

¿Y cómo podemos  desarrollar entonces un control dinámico en la actividad musical? De ello nos vamos a ocupar una segunda parte de este artículo. 

IDEAS PRÁCTICAS

Realiza un seguimiento durante una semana del tipo de control que experimentas en tu estudio, pero también en tus ensayos o actuaciones si es el caso .

    • Una vez hayas acabado de trabajar cada apartado de tus sesiones de estudio (calentamiento,  técnica, estudios, obras …) anota en en una hoja de registro, el tipo control que notabas (buena sensación de control fluido – sensación intermedia de control fluido – control tendiendo a rígido – control rígido).
    • Haz lo mismo después de un ensayo o una actuación. Introduce matices en tus observaciones y especifica las partes del ensayo o actuación en las que has podido experimentar uno u otro tipo de control.
    • Después de una semana, analiza tus registros.  Observa posibles patrones que te aporten información de, en qué momentos o circunstancias tiendes a emplear un control rígido en lugar de fluido. 
    • Introduce mejoras en relación con tu planteamiento, enfoque o realización con el fin de incrementar tus sensaciones de control fluido. 

REFLEXIONES

    • ¿Sabes cómo crear las condiciones idóneas en tus sesiones de estudio para propiciar experiencias de control fluido o dinámico?
    • ¿Qué circunstancias suelen reducir tu capacidad de control una vez ya dominas un pasaje o una obra? 
    • Antes de leer la segunda parte de este artículo ¿cómo incentivarías un control con tu instrumento o con la voz? 

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA

Cuando hablamos de alto rendimiento musical, el control representa un elemendo destacado. Como hemos visto en el artículo, se trata de un control fluido, que se traduce en una extraordinaria sensación de facilidad para quien lo observa. En este vídeo podemos disfrutar de esta cualidad en la interpretación de la obra «Paganiniana» de Nathan Milstein para violín solo, por la extraordinaria Hilary Hahn.

Este artículo está basado en el contenido del libro «Las claves del aprendizaje musical».

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¹ Herrigel, E. (1996). Zen en el arte del tiro con arco. Kier.