«La música forma parte del ser humano,
y no existe ninguna cultura en la que no esté
enormemente desarrollada y valorada».
Oliver Sacks, en «Musicofilia: Relatos de la música y el cerebro».

 

Fotografía del NYT News

En estos días de incertidumbre por nuestro futuro musical, la sociedad debería reflexionar sobre el valor universal que la propia música representa.

La música contiene el privilegiado poder de activar de forma magistral, recuerdos, asociaciones y pensamientos, que aportan significado y ensalzan la experiencia tanto individual como colectiva. 

Sea del estilo que fuere, la música es además capaz de sacudir nuestro interior con una gran inmediatez, haciendo vibrar al instante fibras muy sensibles: la alegría, la ternura, el regocijo, la expectación, la admiración, la sorpresa, la melancolía, la furia, la liviandad, la grandeza, el deleite, la paz …  

Precisamente esta semana me ha conmovido ver un reportaje realizado por el New York Times, sobre el proyecto llevado a cabo por una doctora consistente en acercar la música a pacientes graves de Covid-19 en el hospital en el que ella trabaja. En el reportaje se aprecia cómo la música muestra su lado más humano: en la soledad del confinamiento preventivo de una habitación de hospital, e incluso en el dramático acompañamiento de una UCI, la música. 

Fotografía del NYT News

Fotografía del NYT News

La doctora Rachel Easterwood, que antes de dedicarse a la medicina había estudiado piano, ha tenido la iniciativa de acercar interpretaciones en directo a sus pacientes mediante videollamadas. En este caso concreto se trata de un trío (piano, viola y cello) junto con otro cellista, que se encuentra en otro lugar. Cuando los músicos reciben la llamada de la dra. Rachel, se preparan y tocan para los pacientes en un acto de verdadera comunicación y empatía. 

Fotografía del NYT News

Fotografía del NYT News

La experiencia está resultando muy satisfactoria no solo para los pacientes, sino también para el equipo de médicos y enfermeras que comparten esas circunstancias. Ambos experimentan la transformación repentina que una «llamada musical» es capaz de producir. Y los intérpretes, desde sus casas, sienten que son capaces de saltarse las barreras del confinamiento y estrechar las manos de los enfermos, aportándole consuelo y esperanza. 

Fotografía del NYT News

Cuando las emociones se intensifican, somos más humanos y tendemos más a  valorar aquello que somos, aunque en ocasiones quede poco tiempo para disfrutarlo. Lo que me parece de enorme interés de la experiencia del reportaje es que los pacientes y los sanitarios quedan  sobrecogidos no solo la música, sino por el hecho de que alguien la está interpretando en ese momento para ellos. 

El mensaje es un muy positivo. Los músicos y la música tienen mucho que aportar a la sociedad. Gracias a su acción conjunta, podemos llegar a trascender muchas de nuestras limitaciones y expandir enormemente nuestras experiencias vitales. 

Fotografía del NYT News

Al igual que le sucedía al hombre primitivo, el hombre actual baila, se alegra y llora con la música. Miles de años después, la música nos sigue acompañando en la cotidianeidad y en las celebraciones más significativas, realzando su valor y ponderando la emoción. 

En nuestro devenir por este planeta, la música representa un valor universal y una compañía insustituible. Nos precedió en la tierra en forma de susurros de viento y chasquidos de mar contra las rocas, se encuentra intrincada desde hace milenios en nuestro día a día,  y posiblemente sobreviva a la humanidad. 

Mi más sincero reconocimiento a la doctora Easterwood y a los músicos que colaboran en este proyecto y en tantos otros proyectos musicales solidarios.

¡Larga vida a la música y larga vida a los intérpretes!

R.G.M.

Aquí tienes el reportaje del New York Times. Puedes activar los subtítulos en inglés.

I.C.U. Doctor Brings Music, and Hope, to Coronavirus Patients | NYT News